[vc_row][vc_column][vc_wp_text]Guillermina Mekuy, novelista de éxito, exministra de Cultura con una gestión reconocida por todos como sobresaliente, ha escrito el artículo que publicamos a continuación cuando se cumplen los 50 años de la independencia de la nación hermana de África.
¿Quién fui yo, Guinea Ecuatorial, antes del año 1968? ¿Quién soy ahora que miro hacia adelante, pero también hacia atrás en el tiempo, grabado ya en la memoria, un tiempo cargado de recuerdos?
Soy un país joven, pero con historia. Una tierra que en sus orígenes fue mezcla de varios pueblos de África, pero que, como territorio con personalidad propia nace con el descubrimiento de Fernando Poo, hace más de 500 años, de la actual isla de Bioko. Mi parte continental, sin embargo, no sería descubierta y colonizada hasta mediados del siglo XIX. Yo, como mis naciones hermanas africanas, fui colonizada y no podría entenderse mi existencia sin esa colonización. Una colonización por parte de Europa, dura en la mayoría de los territorios, y que correspondió a diferentes naciones. En principio fueron los portugueses los que desembarcaron en mis orillas. Pero, más adelante, y mediante diferentes tratados, fui pasando a España. España, es, sin duda, mi madre patria, como lo es de otros países de la llamada Hispanidad. Solo que solo yo soy africana. Dos siglos de colonización me fueron conformando hasta llegar al momento de mi independencia. Durante la colonización ocurrieron muchas cosas en mi historia. Algunas positivas, como el aprendizaje de un idioma que es, después del inglés, el más importante del mundo, un idioma, el de la lengua de Cervantes, que es sinónimo de riqueza cultural. La colonización, mi colonización, fue dura y compleja. Y no fácil de entender. Vivíamos, prácticamente, la gran mayoría de la población, como menores de edad, aunque hubo algunos pocos que consiguieron ser emancipados, a los que se les permitía acceder a estudios y desarrollo. El resto de nuestra gente, debían someterse al patronato de indígenas para desarrollar la cultura y al catolicismo como la única y verdadera religión. Al principio, nosotros éramos animistas pero poco a poco fuimos convirtiendo nuestras prácticas al cristianismo que, hoy, con ciertas peculiaridades propias de nuestro modo de ser, es nuestra religión mayoritaria. Durante estos doscientos años fuimos adquiriendo conocimientos y desarrollando nuestra economía a partir de la tutela de nuestra metrópoli, pero, a medida que pasaba el tiempo, teníamos la necesidad de una liberación. Hace cincuenta años, llegó el momento de irnos. Debíamos volar, ser libres, decidir pensar, comer, vestir y sobre todo, desarrollarnos como seres independientes. Reconozco que no teníamos la experiencia ni sabíamos bien lo que significaba vivir en libertad, ya que estábamos acostumbrados a tener encima a un Estado dominante. Pero, por aquel entonces, Naciones Unidas, aconseja a nuestra madre patria que nos deje volar, que acceda a nuestra independencia, algo que venían reclamando ya muchos patriotas. Recuerdo que no fue fácil para España, que trató de retenernos a su lado durante más tiempo. Por eso en el año 1959 nos convertimos en una región española, con dos provincias, Fernando Poo (Santa Isabel) y Rio Muni (Bata). Finalmente, en el año 1968, con la visita del comisionado del Gobierno español, precedido por D. Manuel Fraga, se proclamaba la independencia y con ella nací definitivamente, dejé de ser dependiente y me lancé al mundo. Ya era la República de Guinea Ecuatorial. En el día 12 de Octubre logré mi mayoría de edad, precisamente el día de la Hispanidad.
De todos mis recuerdos, uno de los que mantengo intacto es la imagen de D. Manuel Fraga, alguien que me respetó y quiso, durante toda su vida. El primer recuerdo fue cuando nos firmó el Acta de concesión de la Independencia. El segundo, 40 años después, en el año 2009 cuando regresó a Malabo y Bata, poco antes de morir. Fue su viaje de despedida.
Unos meses después de la independencia todo cambió y los conflictos entre nosotros cada vez fueron mayores. En 1969 con la crisis de las banderas, la retirada de todas las banderas españolas de lugares públicos, incluso delegaciones, más de 5000 españoles tuvieron que abandonar lo que para ellos había sido su hogar durante muchos años. Se expulsó a muchas personas que habían compartido mi vida. Ellos se llevaron de mi lado casi todo, incluido su trabajo en la administración y en la tierra. Con la suspensión de sus actividades y negocios, nuestra agricultura, educación y administración sufrieron un tremendo impacto y la economía se frenó de un modo del que no lograríamos recuperarnos hasta mucho después.
He de reconocer que los primeros años de mi independencia fueron muy difíciles. No era sencillo asomar la cabeza al mundo, eliminar los deseos de poder de diferentes facciones, también el rencor acumulado. Parecía que nada nos pertenecía, que nunca encontraríamos nuestro lugar, nuestro espacio. Se cometieron, además, muchos errores que perjudicaron a nuestra propia gente, disturbios, destrucción de bibliotecas y patrimonio industrial y cultural, persecución y muertes… para quien no pensaba como el primer gobierno de Francisco Macías. Pero ya no había vuelta atrás, debíamos mantenernos firmes, con la fuerza y la ilusión de cualquier joven que, aun estando asustado, no teme a la vida. Nuestra libertad no había sido en vano. Y aquel periodo de once años de terror se superó, gracias al propio pueblo guineano y a nuestro actual Presidente, Obiang Nguema Mbasogo.
En los años ochenta, después de poner fin al caos y a la autodestrucción, empecé a experimentar la sensación de vivir en paz y cambios que hicieron que mucha de nuestra gente que había huido, regresara. También algunos viajamos a nuestra madre patria y fuimos volviendo a la comprensión y al cariño. Poco a poco volvimos a colaborar y los lazos que parecían rotos se volvieron a unir. Hubo también algún desencuentro pero el resultado final está aquí. Hoy, que cumplo 50 años, España está en mi celebración y, estoy segura, lo estará durante mucho tiempo más.
Hemos hecho en el pasado cercano, y seguimos haciendo, muchos intentos de colaboración mutua. Yo tengo una economía sólida y un futuro inmenso y prometedor. Pocas naciones en África tienen unas perspectivas mejores. Para ello hemos hecho acuerdos también con otras naciones, fundamentalmente con Francia, pues no podemos ignorar que vivimos rodeados de un área de influencia francófona. En 1998 pasamos a considerar el francés como segunda lengua oficial después del español. Y también, en el año 2014, estrechamos relaciones con la comunidad de países de lengua portuguesa. Pero el idioma, nuestro idioma (aunque conservemos el fang y otras lenguas autóctonas como el bubi, ndowe, combe, bisio…) básico es el español que seguimos afianzando gracias a la recién creada Academia Ecuatoguineana de la Lengua Española. Ahora somos la academia número 23. En gran parte debemos agradecérselo a una de las mentes más privilegiadas de nuestro panorama actual, Luis María Anson y el gran acierto del pleno de la Real Academia Española. Y, por supuesto, la clara visión para su materialización de su Presidente Darío Villanueva.
He cambiado, he crecido mucho, pero, aun sintiéndome fuerte, he tenido momentos de soledad, de miedo, preocupación y de muchas dudas, pero debía seguir adelante. Fuera de mis fronteras ha habido momentos clave, como acogerme a la moneda del franco CEFE para entrar en la comunidad de los estados de África Central, que en el año 1985 nos llevaría a ser miembro del Banco de los estados africanos, consiguiendo con ello la integración y la eliminación del bloqueo y de las barreras que aislaban al único país hispanohablante de todo África. Dentro de casa, he conocido también momentos inolvidables, como la organización de la Copa África, de futbol, que dio una muestra al mundo de mi transformación y modernización. Y también la reunión de la Unión Africana en Sipopo, donde todos los estados miembros pudieron ver mi desarrollo y evolución.
Respecto a España… ¿por qué durante un tiempo nos distanciamos tanto? ¿Qué es lo que realmente pudo pasar entre nosotras, después de convivir nuestra historia aunque siempre hubiera por tu parte esa mirada de superioridad y tutela? ¿Por qué nos alejamos poco a poco una de otra teniendo la misma lengua y las costumbres que me inculcaste durante tantos años? Es una pregunta de difícil respuesta porque tú tuviste parte de culpa y yo también tuve la mía. Pero, ¿sabes una cosa? Cuando decidí volar, irme de tu lado, no lo hice con la idea de no recibir llamadas y comprensión por tu parte, no lo hice para renunciar a tu cariño, ni para notar que me faltaba un hombro en el que apoyarme. Sobre todo, no lo hice para no tener un pañuelo con el que pudiera secar mis lágrimas en el duro camino que tiene recorrer una joven que, después de estar sometida al colonialismo, le tocaba hacer todo sola. No, no era fácil. Fue tan extraño alejarte de mí, dejar de recordar nuestro camino juntas en aquel silencio que marcó nuestra relación durante algunos años de mi crecimiento. Traté, a veces con aciertos y otras de manera torpe, de crear acercamientos. Pero también tuviste momentos poco acertados a la hora de volvernos a encontrar, a la hora de tratarme, hubo situaciones en las que tuviste Consejeros a los que les parecía mejor la distancia que la unión. Sin embargo, yo, cada 12 de Octubre, Aniversario de mi independencia, sabía que también era tu fiesta de la hispanidad. Han pasado 50 años desde aquel año 68, desde aquella primera celebración, desde aquel primer día de libertad. Y, ¿sabes? una hija, aunque parezca que nunca se hace mayor ante su madre, va creciendo y teniendo su propia personalidad y criterio. Ahora me siento alguien que ha madurado, que ha aprendido a vivir con sus propias normas, vivencias e ilusiones. Aquí en África, en un precioso rincón en medio del ecuador, con la selva tropical y la brisa del mar, me siento privilegiada y, aunque sigo donde me dejaste, ahora me siento segura de mi misma, sabiendo que esa cronología de 200 años, sigue marcada en mi piel, en mi cultura y en mi día a día, y siento que pese a mi situación como hispana en todo áfrica, el esfuerzo y las transformaciones me han dado un lugar, que, a día de hoy, supone un estatus que nadie me puede quitar.
Ahora ya podemos hablarnos de igual a igual, con respeto, pero también con la emoción de lo que hemos vivido, aunque, anteriormente, fuera en una situación de desigualdad. Nos quedan muchos sueños por cumplir, muchas cosas que compartir. Nos queda enseñarnos aún la una a la otra, ahora que yo también tengo algo que decir. Nos une un puente de historia y tradición, nos une la vida. Y la memoria, que sigue, allá y aquí.
Aunque pase el tiempo para las personas que viven en nosotras, que están continuamente en reciclaje, nosotras seguiremos juntas viendo pasar la vida a nuestro lado. En lo positivo, el progreso, y lo negativo: muertes, guerras, injusticias… todo lo que sucede en el mundo y que, en parte podemos remediar y en otra parte solo sufrir. Veremos gente nacer y morir, éxitos y fracasos. Porque, aunque somos únicas, formamos parte de la Humanidad, con sus éxitos y sus contradicciones, con todo lo bueno y lo malo. Los seres humanos pasan. Se van todos hacia el infinito insondable. Pero nosotras tenemos que permanecer. Para albergar las realidades y los sueños de los que vendrán. De los que formarán parte de nosotras. Defendiendo cada una y compartiendo un mismo sendero de libertad y bienestar. Ahora y, ojalá, siempre.
GUILLERMINA MEKUY.
Escritora
Fuente: Web El Imparcial – 07 de octubre de 2018[/vc_wp_text][/vc_column][/vc_row]